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Pasajeros en Tránsito
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Conocimiento masculino y femenino. El utero. El dia de la mujer mundial

Conocimiento masculino y femenino. El utero. El dia de la mujer mundial

 

 

 

Con un gesto Esperanza me indicó guardar silencio y dijo: —¿Sabias que una de las diferencias básicas entre hombres y mujeres es la manera en que encaran el conocimiento?

Yo no tenía idea de lo que quería decir. De manera lenta y deliberada arrancó una hoja virgen de mi anotador y dibujó dos figuras humanas, una de las cuales coronó con un cono y dijo que era un hombre. Sobre la otra cabeza dibujó el mismo cono, invertido, y lo proclamó mujer.
—Los hombres construyen su conocimiento paso a paso —explicó con el lápiz apuntando a la cabeza coronada por el cono—. Tienden hacia arriba, trepan hacia el conocimiento. Los brujos dicen que los hombres se estiran como un cono hacia el espíritu, hacia el conocimiento, y este procedimiento limita hasta donde pueden
llegar. —Repasó con el lápiz las líneas del cono de la primera figura. —Como podrás ver, los hombres sólo pueden alcanzar una cierta altura, y su camino termina en el ápice del cono.
“Presta atención—advirtió, apuntando con el lápiz a la segunda figura—. Como podrás ver el cono está invertido, abierto como un embudo. Las mujeres poseen la facultad de abrirse directamente a la fuente, o mejor dicho la fuente les llega de manera directa, en la base ancha del cono. Los brujos dicen que la conexión de las
mujeres con el conocimiento es expansiva, en tanto la de los hombres es bastante restrictiva.
“Los hombres se conectan con lo concreto —prosiguió—, y apuntan a lo abstracto. Las mujeres se conectan con lo abstracto, y sin embargo tratan de entregarse a lo concreto.
—¿Por qué? —pregunté—, siendo las mujeres tan abiertas al conocimiento o a lo abstracto, ¿son consideradas como inferiores?

Esperanza me contempló fascinada. Se puso de pie, estiróse como un gato, haciendo crujir todas sus articulaciones, y recuperó su asiento.
—Que sean consideradas inferiores o, en el mejor de los casos que sus características femeninas sean consideradas complementarias a las de los hombres, tiene que ver con la manera en que unos y otros se acercan al conocimiento. En general a la mujer le interesa más dominarse a sí misma que a otros, un tipo de dominio claramente ambicionado por el hombre.

—Incluso entre los brujos —agregó Nélida para regocijo de las mujeres.
Esperanza expresó su creencia en que originalmente las mujeres no consideraban necesario explotar esa facilidad para unirse directa y ampliamente al espíritu. No creían necesario hablar o intelectualizar acerca de esta capacidad suya pues les bastaba accionaría y saber que la poseían.
—La incapacidad del hombre para unirse directamente al espíritu es lo que los impulsó a hablar del proceso de alcanzar el conocimiento —explicó—. No han cesado de hablar de ello, y es precisamente esa insistencia en saber cómo se esfuerzan por alcanzar el espíritu, esta insistencia por analizar el proceso, lo que les dio la certeza de que el ser racional es un logro típicamente masculino.

Esperanza explicó que la conceptualización de la razón ha sido lograda exclusivamente por los hombres, y esto les ha permitido minimizar los dones y los logros de la mujer y peor aún, excluir las características femeninas de la formulación de los ideales de la razón.
—Por supuesto en la actualidad la mujer cree en lo que le ha sido fijado —enfatizó——. La mujer ha sido criada para creer que sólo el hombre puede ser racional y coherente, y ahora el hombre es portador de un capital que lo
toma automáticamente superior, sea cual fuere su preparación o capacidad.

—¿Cómo fue que las mujeres perdieron su conexión directa con el conocimiento? —pregunté.
—No la han perdido —corrigió Esperanza—. Aún tienen una conexión directa con el espíritu, sólo que han olvidado cómo usarla, o mejor dicho, han copiado la condición masculina de no poseerla. Durante miles de años el hombre se ha ocupado de que la mujer lo olvide. Toma la Santa Inquisición, por ejemplo: ésa fue una purga
sistemática para erradicar la creencia de que la mujer tiene una conexión directa con el espíritu. Toda religión organizada no es otra cosa que una maniobra muy exitosa para colocar a la mujer en el nivel más bajo. Las religiones invocan una ley divina que sostiene que las mujeres son inferiores.
La miré asombrada, preguntándome cómo podía ser tan erudita.
—Los hombres necesitan dominar a otros, y la falta de interés de las mujeres por expresar o formular lo que conocen, y cómo lo conocen, ha constituido una nefasta alianza —continuó Esperanza—. Ha hecho posible que la mujer sea forzada desde su nacimiento a aceptar que la plenitud yace en el hogar, en el amor, el casamiento,
parir hijos y negarse a sí misma. La mujer ha sido excluida de las formas dominantes del pensamiento abstracto y educada para la dependencia. Han sido tan bien entrenadas para aceptar que los hombres deben pensar por ellas que han terminado por no pensar.
—La mujer es perfectamente capaz de pensar —dije.

Esperanza me corrigió.
—La mujer es capaz de formular lo que ha aprendido, y lo que ha aprendido ha sido definido por el hombre. El hombre define la naturaleza intrínseca del conocimiento, y de ello ha excluido aquello que pertenece a lo femenino o, silo ha incluido, es siempre de manera negativa. Y la mujer lo ha aceptado.
—Estás atrasada en años —objeté—. Hoy en día la mujer puede hacer lo que desea. En general tienen acceso a todo centro de aprendizaje y a casi todos los trabajos que desempeña el hombre.
—Pero eso no tiene sentido a menos que posean un sistema de apoyo, una base —argumentó Esperanza—. ¿De qué sirve tener acceso a lo que poseen los hombres cuando todavía se las considera seres inferiores, obligadas a adoptar actitudes y comportamientos masculinos para lograr el éxito? Las que en verdad logran alcanzar el éxito son las perfectas conversas, y ellas también desprecian a las mujeres.

“De acuerdo con los hombres la matriz limita a la mujer tanto mental como físicamente. Ésta es la razón por la cual a las mujeres, pese a su acceso al conocimiento, no les ha sido permitido determinar qué es este conocimiento. Toma, por ejemplo, a los filósofos —propuso Esperanza—. Los pensadores puros. Algunos de ellos están encarnizadamente en contra de la mujer. Otros son más sutiles, en el sentido de que están dispuestos a admitir que la mujer podría ser tan capaz como el hombre si no fuese porque no le interesan las investigaciones racionales, y en caso de estar interesadas no debieran estarlo. Pues le cae mejor a la mujer ser fiel a su
naturaleza: una compañera nutriente y dependiente del macho.
Esperanza expresó todo esto con incuestionable autoridad. Sin embargo, a los pocos minutos, a mi ya me asaltaban las dudas. —Si el conocimiento no es otra cosa que un dominio masculino ¿a qué entonces tu insistencia en que yo vaya a la universidad? —pregunté.
—Porque eres una bruja, y como tal necesitas saber qué te afecta y cómo te afecta —respondió——. Antes de rehusar algo debes saber por qué lo rehúsas.

“Sabes, el problema es que el conocimiento en nuestros días se deriva simplemente de razonar las cosas, pero las mujeres tienen un camino distinto, nunca antes tomado en consideración. Ese camino puede contribuir al conocimiento, pero tendría que ser una contribución que nada tiene que ver con razonar las cosas.
—¿Con qué tendría que ver entonces?
—Eso es para que tú lo decidas, luego de haber dominado las herramientas del razonamiento y la comprensión.
Mi confusión era muy grande.
—Lo que proponen los brujos —continuó Esperanza— es que los hombres no pueden poseer el derecho exclusivo al razonamiento. Parecen poseerlo ahora porque el terreno sobre el cual lo aplican es uno donde prevalece lo masculino. Apliquemos entonces la razón a un terreno donde prevalece lo femenino, y ése es, naturalmente, el cono invertido que te describí; la conexión femenina con el mismísimo espíritu.

Ladeó apenas la cabeza, como decidiendo lo que estaba por decir.
—Esa conexión debe enfrentarse con otro tipo de razonamiento. algo nunca antes empleado: el lado femenino del razonamiento.
—¿Y cuál es el lado femenino del razonamiento, Esperanza?
—Muchas cosas; una de ellas es definitivamente ensoñar. —Me miró de manera cuestionante, pero yo nada tenía para decir.

Su profunda carcajada me tomó de sorpresa.
—Yo sé lo que esperas tú de los hechiceros: rituales y encantamientos, cultos raros, misteriosos. Quieres que cantemos. Quieres fundirte con la naturaleza; estar en comunión con los espíritus del agua; quieres paganismo, una visión romántica de lo que hacemos. Muy germánico.

“Para sumergirse en lo ignoto se necesitan agallas y mente. Sólo con eso podrás explicarte a ti misma y a otros los tesoros que podrás encontrar. —Esperanza se me acercó, ansiosa al parecer por confiarme algo. Se rascó la cabeza y estornudó repetidas veces, cinco veces como lo hacía el cuidador. —Necesitas actuar desde tu lado mágico —dijo.
—¿Y eso qué es?

—La matriz —y lo dijo con tanta calma y en tono tan bajo, como si no le interesase mi reacción, que casi no le oí. Luego. al darme cuenta de lo absurdo de sus palabras, me enderecé y miré a las otras.

—La matriz —repitió Esperanza— es el órgano femenino fundamental, el que le da a las mujeres ese poder, esa fuerza extra para canalizar su energía.

Explicó que el hombre en su búsqueda de la supremacía ha logrado reducir ese misterioso poder, la matriz, al nivel estricto de un órgano biológico cuya única función es reproducir, albergar la simiente del hombre.
Como si obedeciese a un llamado Nélida se puso de pie, rodeó la mesa y vino a pararse tras de mí.
—¿Conoces la historia de la Anunciación? —murmuró casi pegado a mi oído.
—No —respondí, riendo.
Con ese mismo susurro confidencial me dijo que en la tradición judeocristiana los hombres son los únicos que escuchan la voz de Dios. Las mujeres, salvo la Virgen María, han sido excluidas de este privilegio.
Nélida dijo que un ángel susurrándole a María era, por supuesto, algo natural. No lo era en cambio que lo Único que pudo decirle fue que daría a luz al hijo de Dios. La matriz no recibió conocimiento sino más bien la promesa de la semilla de Dios. Un dios masculino que a su vez engendraba otro dios masculino.
Yo queria pensar, reflexionar acerca de todo lo que se había dicho, pero mi mente estaba en total confusión.

—¿Y qué de los brujos hombres? —pregunté—. Ellos no tienen matriz y sin embargo están claramente conectados con el espíritu.
Esperanza me miró con una satisfacción que no intentó disimular; luego miró por encima de su hombro como temerosa de que alguien la escuchase. En un murmullo apenas dijo:
—Los hechiceros pueden alinearse con el espíritu pues han abandonado lo que específicamente define su masculinidad. Ya no son hombres.

"de Ser en el ensueño; Forinda Donner"






El dia de la mujer mundial