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Pasajeros en Tránsito
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Nadie tiene el control

Nadie tiene el control

¿Y si no hubiera nadie detrás de esta pantalla moviendo los hilos, sólo tú recordando tu misión como agente de la inteligencia cósmica?

“If you knew that you are God and that everyone else is the same as you would you tell them?” Aleister Crowley

Si observamos el mundo e investigamos los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor podemos ver una complicada red que teje y dirige el destino del planeta; parece que existe una entidad o sociedad secreta que controla este destino y a su vez te controla ti. Las coincidencias son demasiadas; el azar parece estar arreglado -como en el gran casino electrónico- la casa siempre gana. La manipulación es indudable: cree en esto: vota, tú eres el que decides, compra esto y obten la felicidad… la tecnología como santo grial… la sofisticación de la esclavitud.

Y si te detienes a ver los detalles empiezas a ver una mafia planetaria que lleva siglos operando, guíando, engañando hacia una conclusión final en la cual sólo eres un peón, carne de vampiro o hasta homobot. Están jugando con tu mente. Después de todo, si tú no tienes el poder alguien lo debe de tener. Alguien debe de estar en control. Ve como se juntan todo los años los Bilderberg para decidir el futuro del mundo, ve como juegan con la bolsa como si estuvieran soplando burbujas, los Rothschild, los Rockefeller, Goldman Sachs… sí, los Iluminati y la Gran Fraternidad Blanca desde Shambhala controlan el tablero. O quizas es el Diablo, el Demiurgo. Ve como deseas todo el tiempo, masturbándote con objetos inalcanzables, y tienes miedo de morir como si todo se acabará ahí… ve como la tecnología te programa, los medios te hacen querer cosas que no quieres. Seguramente todo es parte de una conspiración, hay alguien que se alimenta de tus pensamientos más abyectos, de tu insatisfacción, alguien detrás del televisior: un reptil electromagnético (oversoul overlord).

Ve como la Tierra es destruida, como tiembla cada vez más, como nos pastorean con el calentamiento global, con el fin del mundo, con las profecías, con la religión, con el sexo, con el dinero. Pronto nos colocaran un chip o nos esparcirán un virus. Cada vez más inconcientes, marchando al matadero, real o metáforico, matadero de nuestra capacidad de ser, lo que sea que seamos.

Sí, si te clavas en la textura, en los cables, en las causas, te das cuenta que la historia es un proceso dirigido, una madeja cuya urdimbre revela la presencia de una inteligencia operativa.

En efecto esto no parece ser una coincidencia o algo que suceda sin un orden, sin un programa a seguir. Pero que pasaría si no existe alguien detrás, o lo que existe es mucho más complejo que una sociedad secreta o una civilización extraterrestre que se alimenta de la energía humana. Considera la posibilidad de que todo esto sea parte de la otredad cósmica. De que las cosas son siempre más extrañas de lo que piensas. Juega con tu anti-navaja de Occam y haz un penacho de avis raris para recibir al dios de la luz en el espejo azul.

Entre la anarquía y la fulgurante libertad del espíritu: la inexistencia de un ente que ejerza poder sobre nosotros y controle nuestro destino. O que ese ser seamos nosotros, cada uno como fractal de la totalidad. Jugando como el Eon con pelotas de colores a lado del mar…

…Más místico y misterioso que el misterio mismo de la superconspiración es un mundo en el que no hay nadie detrás de la pantalla moviendo los hilos, sólo el caos mágico. Y ahora el dealer te pasa el termo termodinámico de entropía y bebes el agua de la vida.

Si bien la organización de los sucesos planetarios, la evolución, la tecnología y las manifestaciones paranormales parecen demostrar una inteligencia y una sincronicidad mística, ésta podría ser la misma naturaleza del mundo, de la mente cósmica que se desdobla creando la realidad, la cual sólo percibimos en fragmentos, superficies, de un orden implicado insondable. ¿Por que no pensar que el universo está vivo y cada una de sus partes tiene conciencia? ¿Puedes imaginarte lo que resulta de esta complejidad infinita de conciencias interactuando, intercambiando energía y creando constantemente el mundo? Seguramente uno de los resultados sería que todos los mundos son posibles,uno de los cuales tiene tal compleajidad inherente que parece como si estuviera arreglado de antemano. Otro resultado de esto sería que es absurdo pensar que alguien sabe en definitiva todo lo que está pasando, que somos capaces de entender en una vuelta a la rueda todos los secretos del universo.

Esta forma de ver la realidad como una serie de patrones cósmicos tejiendo una enramada mandálica de futuros que convergen y divergen como ondas de probabilidad que ocurren a partir de la conciencia, es similar tanto a una organización neurocuántica del mundo como a la más fina versión sincromística, es decir todo está conectado, todo se afecta entre sí y todo significa algo, pero no paranoicamente o porque existe un superoganismo omnipotente que teje nuestro destino en la oscuridad para lograr su plan maestro macabro. Es decir, aunque existan células conspiratorias, por que habríamos de creer que unos banqueros judíos en Nueva York o o incluso unos reptiles de Orión determinan nuestro destino con mayor poder que las fuerzas inmanentes del universo, que la inteligencia de nuestro planeta o que nuestro propio ser cuyo cuerpo fue fraguado en el sol y en el centro de la galaxia y cuyo espíritu es un holograma de la indivisa divinidad.

La hiperconexión y la sobrecarga de símbolos y sincronías que observamos en la realidad hasta el punto de que nos hace pensar que las cosas deben de estar manipuladas por una tecnobrujería, más que la influencia de los Iluminati o los extraterrestres, podría ser el entrelazmiento cuántico entre todas las cosas del universo, la manifestación de la mente colectiva que comparten cada uno de los seres que habitan este planeta, la noósfera, al fin de cuentas la información existe sin necesidad de un cuerpo, el cuerpo sólo es la antena; la materia es un canal. La información viaja entre todos nosotros y sus conexiones incorpóreas, telepáticas, de campos resonantes llegan a ser interpretadas como canalizaciones extraterrestres o proyecciones de HAARP o algun otro tipo de manipulación secreta.

La consistencia simbólica de la realidad, o por qué la numerologia, la geometría sagrada y los arquetipos se repiten, se reproducen y se retransmiten con tanta efectividad, que muchas veces nos hace pensar en que las sociedades secretas que aparentemente controlan el planeta actúan conforme a un guión esotérico inspirado en los ritos iniciaticos de la antigüedad, griegos, egipcios y de la Atlántida, podría ser sólo la manifestación natural del orden de creación de nuestro universo. De la misma manera que nuestro ADN está constituido por “letras” que se repiten, es posible que este universo o al menos esta dimensión de percepción esté constituida por un complejo código cuya programación original fue realizada a través de símbolos madre, tanto formas como números, cuya representación es la realidad que percibimos. Podríamos decir que la historia mundial es sólo la interpretación de estos símbolos o mitos originales que se repiten a través del tiempo. Como diría Phillip K. Dick, el tiempo no es más que una disco grabado que suena en el fondo, somos nosotros los que lo reinterpretamos de forma distinta (aunque siempre cíclica) y eso es el juego y la danza de este mundo.

Sin duda esto nos acerca a una especie de realidad virtual platónica. Radiaciones de Utopus Uranus dentro de la Cueva de la Matrix. Hay que recordar que la idea de que este mundo es una ilusión está enraízada en la mayoría del pensamiento mágico de nuestro planeta, desde el Maia del budismo al Dreamtime de los aborígenes australianos.

Una interpretación actual de esta ilusión sería, desde la cibernética, ver al mundo como a un inmenso programa informático orgánico (atómos de “self transforming machine elves”). Un programa en el que la materia es la proyección del código, de la misma forma que bits de información se traducen en una imagen en una pantalla. Sin embargo, es posible que no exista programador o en todo caso que el programador se haya convertido en su programa, estando en todas partes, inclusive en nosotros (levanta una piedra y ahí te encontraras el código de la eternidad).

Desde esta visión de que nadie tiene el control se abre la posibilidad, al no estar supeditados a un ente que tiene hegemonía sobre la realidad, de entrar en contacto directamente con el código que nos programa para conocerlo y recordar (tal vez como planteaba Platón que todo conocimiento es recuerdo) que hemos sido nosotros mismos los programadores de nuestras vidas (en el ciberespacio de las estrellas), lo cual nos permite reprogramarnos de la forma en la que queramos sin límite alguno. “En el futuro los hackers serán los caudillos de la revolución”, reza un mantra ciberpunk, podríamos decir también que en el futuro Buda es un hacker y los hackers de su propio código son Budas.

Uno puede identificarse con el programador del código, que podría no ser alguien sino el código mismo, o puede pensar que él no ha programado el código, que el código existe por sí mismo pero que tampoco hay un grupo de guardianes del código, como los dragones que custodiaban el castillo (de la princesa o de la mente) en las narrativas de la Edad Media. Bajo esta praxis no hay nadie que te detenga en tu interacción con el código de realidad, o en otras palabras, con el destino de tu vida; no hay nadie que ejerza control sobre tus decisiones o tus percepciones. Si pensamos que el control es una ilusión, entonces nosotros somos la conspiración, contra nosotros mismos; si no podemos percibir el mar radiante de posibilidades cuánticas, la luz vibrante de la naturaleza, la infinita información que yace en cada punto del universo, posiblemente sea porque nos hemos programado para no hacerlo, podríamos haber elegido cualquier otro programa: el mundo que vemos es la representación de este programa habitual al que nos sometemos.

Si bien existe una competencia de programas que se entrelazan y buscan imponerse, en un sentido nietzchiano: mi programa sobre el tuyo, mi realidad sobre la tuya (la sangre se derrama sobre el éter), aunque esto es sólo un efímero juego virtual en el que a veces se olvida que la mente es código abierto, open source, y no una dictadura codificada donde no existe la coparticipación y la cocreación, en una especie de retrotiranía a la Microsoft. Es decir, ser programado por los Iluminati o los Bilderberg o cualquier otra poderosa organización, incluso tu padre o tu madre, es el resultado de no tomar conciencia y programarse a sí mismo. Ya lo decía Willam Blake “I need to create my own system or be enslaved by another man’s”. Exactamente lo mismo, en la era digital, vía Douglas Rushkoff: “Program or be programmed”.

La información está en todas partes y fluye incesantemente, tu cuerpo no puede dejar de recibirla (como no puede la materia salirse del universo) pero si puede manipularla, ordenarla para que haga lo que tu quieras.

Take over the Eye in the sky.

The I in the sky.

En la película “Alphaville”, anticipación de “Matrix”, una Supercomputadora le pregunta al detective intergaláctico Lemmy Caution: “¿Crees en Dios?”, el detective le contesta: “Creo en los elementos de la conciencia”.

Creo que si alguien me preguntara hoy: “¿Crees que existe una conspiración planetaria?”, le diría: “Creo en los elementos de la conciencia”.

 

 

fuente: http://pijamasurf.com/2010/05/nadie-tiene-el-control-desencriptando-el-codigo-de-la-conspiracion-cosmica/