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Pasajeros en Tránsito
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Llenando los espacios

Llenando los espacios

EL CASO DE LOS SUICIDIOS CONSTANTES
El terror brota en Loch Ness;
La Policía desconcertada
INVERNESS, 23 ABRIL 1914.- El Inspector James Mclntosh de la Policía
de Inverness se enfrenta a un misterio más terrible que cualquiera de los
narrados en los cuentos de Poe o Cortan Doyle...

 

 

 

Sir John leyó apresuramente el resto de la noticia.

—¿Entiende el significado? —preguntó Jones—. Mañana, esta historia se podrá leer en todos los diarios de Londres; fíjese en lo que le digo. Será el horror más grande desde que Jack el Destripador asolara el East End. Los periódicos del continente lo plasmarán la

semana que viene.

—¿Eso es bueno o malo? —preguntó Babcock, guardándose el recorte en el bolsillo.

 

Jones parecía exasperado.

—Es lo peor que podría pasar —dijo, lleno de impaciencia—. Debe usted comprender ahora que el sistema de creencias humano determina la experiencia de los hombres. ¿Por qué el Colegio Invisible sigue siendo Invisible? ¿Por qué cree usted que no hacemos milagros en la calle para convertir multitudes? ¿No se da cuenta de que la filosofía materialista es lo mejor que podría haber ocurrido en Europa?

—Habla usted con paradojas —se lamentó Sir John, observando que la niebla

empezaba a espesar. El clip-clop de los cascos del caballo parecía transportarles por un mundo más misterioso que cualquiera de los que aparecían en sus sueños o visiones astrales de la Capilla Peligrosa.

 

Jones suspiró.

—¿Ha observado usted —dijo pacientemente— lo que sucede cuando la noticia de una casa encantada aparece en la prensa? En una semana, en otras partes del país, aparecen cinco casas encantadas más. Uno no puede proyectarse astralmente hasta que cree que puede conseguirlo. La Cábala carece de sentido hasta que uno cree que puede tenerlo. ¿Por qué cree que dijo Buda que «Todo lo que somos es resultado de todo lo que pensamos»? ¿Sabe por qué machacamos a los Aprendices con la frase de que «Temer

es fracasar y prólogo del fracaso»? Salvo un ser pefectamente Iluminado, todos nosotros vemos y sentimos sólo que estamos preparados para ver y sentir. Una historia periodística como esta, una vez que sea recogida y repetida, desencadenará miles — cientos de miles— de invasiones semejantes de los poderes de las tinieblas. Cada persona que lea acontecimientos como éstos, en mayor o menor grado, se abrirá a sus ataques. Los libros de tales temas son venenosos. ¡Por eso no combatimos la extensión del ateísmo y el materialismo! ¡Por eso les animamos a seguir!

—¿Animarles? —Sir John estaba espantado.

—¡Naturalmente! —gritó Jones—. Los antiguos Misterios están cerrados para todos menos para una pequeña élite, como ya sabe. No es esnobismo aristocrático, sino pragmática sabiduría. Cuanto menos sepan los hombres y mujeres normales de estas cosas, mejor para ellos. Sólo los que han sido especialmente entrenados, intelectual y moralmente, pueden manejar esas Fuerzas con seguridad.

 

Sir John reflexionó durante unos minutos.

—Piensa que esta forma de pensar es antiliberal —siguió Jones—. Pero considere los buenos resultados. Las masas sin educación tienen una fe sencilla, que les protege, en la mayoría de los casos, de invasiones como la de este horror del Loch Ness. Los retrasados mentales que salen de las universidades por pelotones mantienen un escepticismo simple, que también les protege. Todo ello resulta satisfactorio, y constituye el mejor acomodo para esta era científica, hasta que la naturaleza humana se transforme.

La gente ordinaria, si abandona la fe y el escepticismo y empieza a experimentar en este área —como usted hizo—, podría volverse loca en seis meses si no contase con una cuidadosa guía como la que yo mismo le brindé a usted.

—Sí —afirmó Sir John—. Esto va en contra de los principios liberales, pero tiene usted razón. Nunca habría podido realizar de un modo seguro ningún experimento astral yo solo. Lo mejor es que los hombres y las mujeres ordinarios no se acerquen a estos asuntos.

—La fe para los locos sin educación, el escepticismo para los locos a medio educar — dijo Jones—. Así debe ser hasta que todo esté preparado para el encuentro con Aquel al que llamamos Sagrado Angel Guardián... que será, como le recordé hace poco a Verey, «un fuego de purificación.»

Una vez más, como cuatro años antes, los cascos del caballo parecieron sugerir en Sir John el estribillo del poema alquímico:

 

No hay que creer en el ojo humano

Ni bajo el sol ni en la sombra

Los arlequines que ven y sienten

Sólo participan en la Mascarada del Diablo.