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Pasajeros en Tránsito
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El Maestro Interior

El Maestro Interior

fuente: http://www.ow11.org/el-maestro-interior

 

En el camino del ocultismo tenemos un auxiliar. No estamos absolutamente solos, aunque creamos estarlo, sino que existe en nuestra realidad algo que nos acompaña inevitable e inexorablemente a lo largo de nuestro recorrido y a lo largo de nuestras vidas, no sólo a los ocultistas, en realidad a todos, pero los ocultistas son más conscientes de este algo. A este algo le llamaremos en principio el maestro interno o la voz interior.

El maestro interno es más real de lo que parece, aunque muchos lo percibamos como intuición, inspiración o incluso como casualidad. Para nosotros la casualidad es algo que no existe, que no tiene cabida en el universo, no aceptamos el concepto de casualidad. Creemos que es incompatible el concepto de casualidad con el concepto de divinidad, y puesto que nuestro análisis de las cosas nos lleva a tener que aceptar casi forzosamente la idea de divinidad, entonces hay una incompatibilidad entre la idea de divinidad y la de casualidad. Porque si la casualidad existiera en el universo, aunque sólo fuera como una posibilidad remota, todo el plan se iría al garete. Si hay algo que está descontrolado, que puede ocurrir al azar, todo el proyecto inicial, debido a este azar, puede resultar bloqueado en un punto y a partir de ahí, debido a este punto de azar, todo el plan se viene abajo; por tanto es absolutamente imposible que haya un plan divino y que quede una opción para que sea abortado en un punto. Concebimos el hecho de que desde la primera hasta la última circunstancia están dentro del Plan. No hay nada que pueda salir del plan, que pueda salir del orden, que pueda salir del esquema central de las cosas. Todo ocurre porque, donde, cuando y como debe ocurrir. Una cosa diferente es que nosotros nos sintamos contentos con lo que ocurre, que seamos capaces o no de comprender por qué ocurre, pero ocurre en el momento apropiado de un determinado plan.
Así que cuando pasa algo en nuestras vidas, lo que tendríamos que hacer es preguntarnos no el porqué, sino para qué.

Hay personas en la vida de otras que sólo hacen el papel de puente, de enlace, de conexión. Cada vez observamos que esto pasa más a menudo: casualidades, azares, circunstancias que van colocando cosas en su sitio y que nos van dando patadas en los higadillos. Si se comprende un poco la ley del proceso, nos damos cuenta de que no es que alguien nos esté pateando gratuitamente, es que hay algo de lo que no nos enteramos o algo con lo que tenemos que trabajar como seres en evolución, y ese algo puede gustarnos o no gustarnos, pero tenemos que trabajarlo, y si insistimos en no trabajarlo, nos lo repiten hasta que lo hacemos bien.
Si nos damos cuenta de que nuestra vida da vueltas en torno a una dirección es que no sabemos salir de una rueda, que seguimos tomando respuestas iguales para situaciones iguales y mientras sigamos haciendo lo mismo, seguiremos obteniendo lo mismo y volveremos a caer en el mismo ciclo de la rueda donde estábamos. Luego si algo se repite durante mucho tiempo, es el momento de hacer algo diferente. Entonces un poco el maestro interno, esa especie de ser interior que parece ser que sabe el plan, aunque nosotros no lo sepamos, va introduciendo cosas en nuestra vida, en forma de intuiciones, en forma de regalos o en forma de putadas, depende del caso, para enfrentarnos a nosotros mismos y obligarnos a aprender y a desarrollar un crecimiento.
No se intenta que seamos muy sabios tal y como se entiende normalmente; el aprendizaje que hemos venido a hacer, el crecimiento que hemos venido a hacer es del alma, es interno, es de lo que somos, no de lo que sabemos. Hay personas que saben mucho, pero que son realmente poca cosa. Todavía tienen que aprender las lecciones más elementales de humildad, de comprensión, de aceptación... ya no entremos en la desculpabilización, el amor... es de bachillerato superior. Las personas estamos aquí aprendiendo a ser y todo lo que estamos viviendo, todo lo que nos está pasando y todo lo que nos está ocurriendo nos hace más enteros, más profundos, más "yo". Es nuestro ser lo que está creciendo y al crecer nuestro ser, no hay otra forma, crece nuestra sabiduría.
Sabio no es el que tiene muchos conocimientos, no nos equivoquemos, sabio es el que tiene mucha comprensión, el que comprende. Saber es ser capaz de entender el significado, lo profundo, no la forma ni la estructura. Cada vez se tiende más a valorar la estructura y a ignorar por completo el significado. De hecho los significados nos asustan, nos molestan, nos burlamos de la gente que propone significados. Lo único que nos va a llevar a algún tipo de crecimiento interior y a algún tipo de mejora es el significado, es el fondo, lo interno, no la forma. Sabio es aquel que conecta con el significado de las cosas.
Se es sabio un poco a través de la experiencia, y muy a menudo se tiene experiencia no porque la busquemos, sino porque nuestro maestro interno se encarga de ello.

En este sentido el universo nos da regalos y trampas, pero no hay que perder de vista que toda trampa es un regalo y todo regalo es una trampa. Cada vez que el universo nos juega una mala pasada ciertamente duele, pero en el dolor y en el aprendizaje que obtenemos de ese dolor obtenemos un crecimiento enorme y por tanto es un regalo; si lo sabemos superar es un regalo. Te enseña a desapegarte, a quitarle importancia a ciertas cosas que no la tienen, a no depender de las relaciones; te enseña a ser libre, a estar abierto, a comprender cosas.
Sin embargo todo regalo es una trampa, por ejemplo una persona a la que amar, y que no obstante trae implícito un elemento probatorio tremendo. Cuando nos encontramos con alguien a quien amar y nos enamoramos, entonces viene la prueba, tenemos que demostrar que estamos al nivel de ese amor, tenemos que dar la talla, tenemos que mantener una actividad constante para alimentar y trabajar. Tenemos que pulirnos el ego, tenemos que enfrentar muchas contradicciones y muchas negaciones que esa persona nos presenta. La persona que entra en nuestra vida por la puerta grande es la persona que más patadas nos va a dar. Eso nos amarga, nos entristece, nos deprime, nos hace perder el tiempo miserablemente. A veces se pasan años llorando una pérdida amorosa.
En vez de eso tenemos que comprender cuánto de bueno nos ha aportado esa persona, comprender que su aporte se limitaba a eso. No nos odiemos, no nos machaquemos, aceptemos que todo tiene un principio y un final. No por odio, no por rencor, sino porque ya está, porque no hay nada más útil en esa relación.

De alguna manera el maestro interno es el que nos da las orientaciones, las pistas para saltar los abismos, pero también es el que nos pone los abismos en el camino y eso quiere decir que no está trabajando para que estemos cómodos, sino que está trabajando para que aprendamos y comprendamos. Pero en ninguna parte del manual de la iniciación -si esto existiera- está escrito que para crecer hay que sufrir, al menos no en el sentido típico y tópico. Es falso que para crecer haya que sufrir; sin embargo es cierto que para crecer hay que sufrir. El secreto de estas dos frases aparentemente idénticas se centra en la palabra "sufrir". Se entiende, interpreta y tenemos como mensaje que para aprender hay que padecer, es decir pasarlo mal, tener tristezas, pasar penas, estar jodido. Sin embargo en el diccionario la palabra sufrir tiene sinónimos distintos de padecer, sinónimos que tienen otro significado completamente distinto, como experimentar. Sufrir una transformación, por ejemplo química, significa transmutar, existencializar, realizar una transformación (cloro+sodio=sal).

La clave no está en lo que decimos (hemos venido a este mundo a sufrir) sino en lo que damos a sobreentender en lo que decimos. No hemos venido a este mundo a padecer, no es cierto que la única manera de crecer y de evolucionar sea pasándolo mal, pero es cierto que a veces somos tan tontos que sólo cuando nos dan la patada nos movemos. Si cuando recibimos algo bueno de la vida (todo regalo es una trampa) decidiéramos seguir experimentando y aprendiendo, no tendríamos por qué sufrir.

No hay que relajarse, craso error, no estamos aquí para amar a alguien ni para tener una historia romántica, ni para triunfar ni ser famosos; estamos aquí para experimentar, aprender y crecer. Si la historia nos viene y la aprovechamos como medio, como herramienta para crecer, estupendo, pero si la aprovechamos para dejar nuestro crecimiento y dedicarnos a la historia en sí, estamos traicionando la verdadera razón por la cual estamos en este proceso. Y si traicionamos al proceso el proceso se vengará, es decir, el proceso sigue, estemos nosotros dispuestos o no, nos lo trabajemos o no, él va haciendo y nos va poniendo zancadillas y pruebas. Si nos paramos ocurre lo de la goma elástica y al final el dolor aparece como resultado, pero no es una condición indispensable, no es una regla.
Paradójicamente si seguimos la perspectiva cristiana nos damos cuenta de que hay una traición básica en todo este juego de palabras, un error de interpretación, hay una traición literal. El sufrir/padecer significa "debemos conformarnos y resignarnos y aceptar lo que la vida nos da". Sin embargo el concepto "hemos venido a este mundo a sufrir" es decir a experimentar, significa que la verdadera razón para haber venido a este mundo nos obliga a estar constantemente experimentando en el laboratorio, que es nuestro propio cuerpo, mente y espíritu.

Si optamos por el primer significado, el conformismo, literalmente, estamos haciendo algo más que retrasar nuestro camino, estamos cometiendo traición espiritual. Si estamos aquí para aprender, para probar cosas nuevas, para intentar nuevas experiencias, y permanecemos en encefalograma casi plano, es decir, no abandonamos ni por casualidad la zona de confort y de seguridad, de alguna manera a la razón para la que existimos es a lo que estamos fallando. Los cambios nos asustan, nos aterran, nos obligan a caer en el abismo de lo desconocido, pero curiosamente, cuando nos atrevemos a dar el salto experimentamos una ascensión en lugar de una caida. No debemos tener miedo al cambio, debemos trascender.

Puede haber pecados distintos según la religión, pero el pecado de pecados, el mayor pecado, el verdadero pecado, mucho peor que hacer el mal, es no hacer nada. Y en el no hacer nada se incluyen las tendencias, las inercias y movimientos gregarios y rutinas de cualquier tipo que lleven a desarrollar el mismo proceso evolutivo que haría un vegetal. Alguien muy ocupado o que no para de moverse, de salir, de tener movidas y experiencias, si no es bajo la observación de la consciencia, por mucho que se mueva, tampoco está haciendo nada. Esto es aplicable a todos los campos.

Para tener experiencia de vida, la clave no es lo que hagas, sino cómo vives lo que haces. No se trata de hacer cosas muy locas, se trata de extraer aprendizaje de las cosas grandes o pequeñas que se hacen. Y evidentemente repetir siempre el mismo aprendizaje no vale, hay que cambiarlo.

El maestro interno es el auxiliar, es lo que a veces conocemos como voz interior. Esa voz interior existe aunque tengamos nuestras dudas, existe y algunos a veces hasta la han oído, pero también hay gente que oye voces, y oír voces y oír la voz interior no es exactamente lo mismo. Eres maravilloso, eres genial, te hemos elegido para ser el mensajero de los extraterrestres, tienes poder, bla, bla, bla... Estas voces interiores son paranoias. ¿Cómo distinguirlas de la verdadera voz interior, de lo que llamaríamos la voz del maestro? Si lo que nos dicen no tiene utilidad, no vale, no sirve. La clave es que sea útil.
La voz interior nunca adula, nunca nos sube el ego, jamás eres maravilloso, ni fantástico, ni te hemos elegido, ni tienes un destino universal... La voz interior jamás juega en esa dirección, a lo sumo la voz interior reprende, pero por lo general lo que hace es preguntar. Normalmente nunca afirma nada, nunca pone galones, nunca dice que somos los reyes de la creación, que a través de nosotros se va a cambiar el mundo o que vamos a traer el mensaje espiritual de Ganímedes, nunca. Normalmente nos dice "te estás pasando", "estás siendo demasiado egoísta" o "te estás equivocando en esa dirección"; como mucho eso. En general viene como una pregunta tipo ¿estás seguro que realmente cuando dices blanco quieres decir blanco? Es una voz interna que nos cuestiona, no nos dice ni que sí ni que no, nos pregunta si nos lo hemos pensado; la voz interna lo que transmite es una reflexión y por tanto es un instrumento que lo que pretende es hacernos pensar y generalmente hacia el lado de lo humilde, no hacia el lado de lo soberbio.

¿Quieres decir que realmente tienes la clave? El universo abomina de los reyes de la creación, de los egos hinchados porque los egos hinchados separan. El universo busca una filosofía de unidad, todos somos expresiones de la misma cosa.

La voz interna se puede manifestar de muchas formas, como chispazo, intuición, abriendo un libro "escogido al azar" justo por la página que contiene el mensaje que necesitamos escuchar o la información que en ese momento precisamos, etc. Muy a menudo se manifiesta a través del comentario adecuado de la persona adecuada en el momento adecuado. Eso es el maestro interno manifestándose a través de otro, y además no consciente por parte de esa otra persona, es como si hubiera sido momentáneamente poseída, porque después ni sabe lo que nos ha dicho. Esto se percibe o no si somos capaces de escuchar.