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Pasajeros en Tránsito
Pasajeros en Tránsito
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CHAOS CONDENSED TABULA RASA

CHAOS CONDENSED TABULA RASA

Todo comienza en una página en blanco en una habitación vacía. El lejano murmullo de
las máquinas acunando la nada y el suave balanceo de la mente entre la existencia y la
no existencia. Un accidente es todo lo que necesita la realidad para irrumpir en el no
mancillado espacio sacro del caos.
Estamos tumbados en tierra de nadie, contemplando una lámpara oscilar sobre nuestras
cabezas, atrapados por el ciclo de su vaivén proyectado en sombras sobre cada pared.
En algún lugar una mano mueve una pieza de la que seremos dolorosamente conscientes
en breve, mientras que nuestra forma tendida sobre las sábanas es en sí un gesto, una
posición del tablero y un jaque mate sin consecuencias visibles a corto plazo. Nuestro
oponente ha abandonado el juego porque decía que no podía concentrarse sin tener
rostro. Su posición es comprensible.
La mente, al reflexionar sobre sí misma, se proyecta en infinitas formas repetidas como un
fractal, vertiginosa, inabarcable y abismal. La ilusión de lo cíclico no sólo no es un
consuelo, sino que multiplica nuestra angustia como lo haría una galería de espejos al
reproducir la misma expresión aterrada en infinitos corredores sin salida. La solución
-golpear la brillante superficie, atravesar la ilusión, cruzar el abismo- parece tan
risiblemente obvia que renunciamos a ella a cambio del hipnótico deseo de muerte que
nos asalta, atrapados en la espiral. Qué vulgar parece la liberación en estos momentos,
tan falsa como el alivio que causaría su llegada. No, hay algo catártico en la angustia, la
espiral y la caída. Hay una extraña promesa en la perspectiva de saltar.
Extiendo una mano. Barro el tablero. Salto.
El silencio entre las palabras es cálido y oscuro. En estos intersticios habita la voz de
Dios, antigua y poderosa. Pasando las páginas siento el calor del fuego en mi rostro, y
mis dedos manchan el blanco del papel con la sangre del parto.
En el principio era el Libro. Y Dios se creó a sí mismo, pues así estaba escrito.
Y Dios creó la tierra y las aguas, pues así estaba escrito.
Y Dios dijo: hágase la luz. Y la luz se hizo, pues así estaba escrito.
Y al séptimo día Dios descansó, pues así estaba escrito, y soñó que era libre.
-¿Eres tú la sombra del místico, la presencia que guía su pie y alza su báculo contra la
tormenta?
-No, no soy yo.
-¿Eres tú la sombra que guió a mi pueblo al cautiverio para que en la esclavitud recordara
la Palabra?
-No, no soy yo.
-¿Eres tú la sombra que yace entre mis dedos y que silenciosa se escurre de madrugada
para hablar con las estrellas y preguntarles mi nombre?
-No, no soy yo.
-¿Eres tú, en definitiva, la sombra que se desliza como mi lengua entre mis dientes y abre
mis labios cuando digo la Sílaba?
-No, no soy yo.
-Dime tu nombre.
-Ya lo conoces.
-No puedo pronunciarlo. Como una rosa que viviera en mi garganta, me araña y me irrita,
y únicamente salen de mis labios las mentiras que los hombres creen cuando apagan las
luces y necesitan descansar.
-Ese no es mi nombre, sino el tuyo.
El caos es la Palabra pura antes de ser pronunciada. Es la posibilidad de la palabra y la
misma causa de su destrucción. Desde el momento en que la Palabra surge de la boca
deja de ser Palabra para ser Acto y enjaular al mundo en una red de hechos: un
vertiginoso laberinto de conexiones, hilos, causas, tramas, coindicencias y causalidades
que componen una máquina llamada "realidad".
Un hombre que se parece a un actor famoso se cruza con otro hombre que se parece a
un actor famoso. Ambos se observan, dudan e intercambian un saludo fugaz. En los
siguientes días, cada uno contará orgulloso como un actor famoso le confundió con un
actor famoso.
¿Qué es la realidad?
¿Es el rostro del tonto alzado a la lluvia que le miente con la promesa de un abrazo?
¿Es el pie del destructor, alzado para dejarse caer sobre el viejo orden de las cosas?
¿Es el engranaje, girando orgulloso sobre el eje de la máquina que ha sido construida
para que su existencia tenga sentido?
Me acerco al Libro como el novio se acerca a la cama en la noche de bodas, atravesando
los velos uno a uno para redescubrir el misterio del cuerpo amado. En ese momento la
palabra es articulada por dos lenguas que se unen para acallarse mutuamente: así beso a
las páginas y su aguijón me hiere en lo más profundo, arrebatándome a su éxtasis.
(Un libro cuyas palabras ofrezcan la estancia que son
a una tinta que pierde su forma visible
en el instante mismo en que la busca la mirada)
Esta noche yaceré solo y rodeado de flores y ceniza. Que los vivos dejen de contarme
entre ellos, pues sus máquinas no pueden ya verme. Y si deben conocerme, que me
llamen destructor, y enemigo. No alzaré mi voz, sino una mano abierta y cinco dedos
hacia el sol. De cinco copas beberé los venenos que arrojan a los hombres al abismo: la
belladona, el ajenjo, la amapola, el vino y el hachís. Y con las puertas abiertas te
encontraré durmiendo en un amanecer de óxido, y no estarás vestida con nubes sino
manchada de tierra y muerte, tan hermosa como jamás pensé haberte amado.
Mientras yo, silencioso,
Rodeado de tinieblas creadoras,
Me acerco al mundo negándome como verdad
tú te vas, cada vez mas lejos
de las flores y los campos secos del verano,
de los frios repentinos y escurridizos del otoño,
de la somnolienta naturaleza en invierno.
Pero es en Primavera, la mágica estacion de mil explosiones,
cuando tú, simplemente, te das esa vuelta imposible
que sólo te permite mirar dentro de ti.
Yo hace tiempo que apagué la luz de mi camino
para reconocerme entre las vidas sólo por el tacto sensual,
por los perfumes capaces de marcar el tiempo mas indeterminado,
por los sonidos mezclados por los millones de almas invisibles.
Sólo me conozco por mi respiración entrecortada,
se quien soy solo por la familiaridad de sístoles y diástoles
susurrándome al oido poemas de amor y muerte infinitos.
(todo lo infinito es oscuro y loco)
Tu construyes una luz cada vez mas potente
que te muestra todos los secretos del camino
antes de que puedas respirarlos.
(todo sumido en el engaño)
Yo te diré qué es la realidad, y cómo la ataron con su hechizo para que ninguna lengua
pudiera pronunciarla y fuera así declarada inexistente. Estos esclavos, creyendo dominar,
enarbolaron orgullosos su servidumbre como flameantes pendones al atardecer de
nuestra era. Con llaves de hierro sellaron el arcón de nuestro espíritu y lo arrojaron a lo
más profundo del vientre de la bestia. Luego declararon que aquellos que se acercaran lo
suficiente al borde como para escuchar su lamento y las voces susurrando desde el
abismo eran locos. Peligrosos. Equivocados. Que no había tal voz, sino en sus cabezas
enfermas. Nos alejaron del borde, por nuestro propio bien. Taparon nuestros oídos, por
nuestro propio bien. Nos quitaron las drogas y cerraron nuestros ojos, por nuestro propio
bien. Y sin ojos ni oídos, nuestros labios sólo pudieron repetir las palabras aprendidas de
nuestros amos.
La aterradora arquitectura del orden,
alzando su presencia falsamente protectora.
Los engranajes de un juego previamente determinado.
La tormenta se acerca en el horizonte.
Es la hora del cambio.
La hora en que los jugadores tendrán que hacer sus apuestas.
El caos es ahora.
No mañana, no la semana que viene. El caos está ocurriendo ahora mismo, dentro de ti y
posiblemente sin ti. Es el ansia de respirar. El ansia de desgarrar el velo. El ansia de ver,
de bailar, de vivir. El caos es el caldo primordial de todas las posibilidades, no
obstaculizadas por el miedo, la ignorancia, la ceguera, las convenciones, castración,
leyes. No hay nada a lo que agarrarse.
No se permiten máquinas. Detened la máquina, muchas gracias.
Somos anarquistas ontológicos, guerrillas surrealistas. Somos locos y bromistas,
científicos y hechiceros. Creemos únicamente en lo que elegimos creer, sólo para
abandonarlo alegremente y abrazar una nueva fe, una y otra vez. No hay polvo en
nuestras botas, y nuestros pies no dejan testimonio de su paso. El movimiento es vida. El
estancamiento crea máquinas.
Máquinas estatales, máquinas de guerra, máquinas del pensamiento. Automatización
para mentes perezosas, ociosas. Una vez arrancado el proceso no se necesita más
intervención.
Aquí tiene su respuesta, gracias por venir.
Detened la máquina. Bienvenidos. El caos es ahora.
Estamos aquí para descubrir la máquina, cada máquina. Todos esos paradigmas que
pretenden establecerse como la única "verdadera" realidad deben ser puestos en su sitio
y mostrados como lo que realmente son: opciones no significativas. No hay una realidad
única, sólo interpretación constante, sólo potencial en bruto que hemos elegido enterrar,
ignorar, olvidar, asfixiar bajo la Ley y el Orden. Esta es la mentira. No hay Ley, sólo
aquello que yo elijo llamar así. No hay Orden, sólo caos pariendo al azar, condensándose,
formando coágulos en las arterias de la realidad.
Has entregado tu libertad a cambio de la falsa ilusión de la seguridad. Has olvidado que
sólo hay juegos, y te regodeas en tus pomposas autoimágenes de seriedad, de lo estricto,
de sequedad y pragmatismo. Os sentís TAN importantes, atrapados en vuestras celdas
sin luz, reyes de vuestras ridículas cáscaras de nuez. La libertad de elección es tan
complicada, ¿por qué molestarse? Es mucho más fácil mantener la farsa de control si el
mundo está perfectamente definido, encapsulado y estrictamente limitado...
Que te jodan, a ti que vives en tu máquina. Que te jodan, a ti que tiras de palancas y
poleas como un mono al que han enseñado a esperar consecuencia de causa. Que te
jodan, con tus relucientes creencias, tu orgullo, tu coherencia. La verdad es que estás
asustado. Necesitas verdades fijadas, caminos ya recorridos, garantías. Necesitas la
seguridad de la máquina, un agujero cálido y seguro al que puedas arrastrarte cuando el
caos te golpee en la cara diciendo que nada es verdad y todo está permitido.
No puedes asumirlo, ¿verdad?
Pero estamos aquí. Justo a tu lado. Respiramos, miramos desde los márgenes, nos
escurrimos desde detrás del escenario y mostramos los decorados. Véis, esto no es una
casa, es un pedazo de madera pintada. Y el púbico abuchea y se burla porque han
olvidado que entraron aquí a ver una obra, y se han olvidado del mundo exterior, y de
todas las demás representaciones que tienen lugar. La misma obra se repite por siempre
jamás, los actores se convierten en sus propios personajes y nadie recuerda cómo era
antes. De hecho, nunca hubo un "antes".
Estamos aquí para apagar las luces del escenario. Y mientras cunde el pánico,
cambiaremos el decorado, robaremos los guiones de las manos de los actores y los
reemplazaremos con alguna otra trama. Las luces se encienden, la obra comienza de
nuevo, el público vuelve a sus asientos. Y a mitad de la representación apagaremos las
luces de nuevo y empezaremos otra distinta. Porque sí.
Detened la máquina.
El caos es ahora.