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Pasajeros en Tránsito
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Camino del guerrero (III)

Camino del guerrero (III)

XVIII - El Guerrero esconde el interior
Tu ser está muy débil y el combate se pone más y más difícil. Cierra pues las puertas, guarda tu
interior. La vida es preciosa y no merece ser perdida a manos de demonios indignos de
tomarla. Retirate, reúne los ejércitos y sólo entonces parte en busca de las sombras.
No antes.
Nunca antes.

 

XIX - El Guerrero se dedica por completo
Sólo hay una forma de hacerlo: dedicándote por completo. Haz un corte transversal en tu vida
y examínala. Hay dos tipos de cosas: las útiles y las inútiles. Abandona todo lo superfluo y
quédate con lo importante. Examina lo importante. Elige ahora lo realmente importante. Será
evidente que debes dedicarte a una tarea en particulár. Para ello, reúne tus ejércitos, respira
hondo y salta. Concéntrate en tu objetivo y nunca lo pierdas de vista. Sumérgete en lo que
tienes que hacer y dedícate con disciplina guerrera a ello. Trabaja día y noche, con tesón y
voluntad inquebrantable. Descansa lo necesario, reposa unos instantes y sigue adelante. No
descuides, sin embargo, tu vida. Debes dormir bien y comer sanamente para seguir adelante.

 

XX - El Guerrero ama
Es tiempo de amar. Comparte la alegría de la Vida con los que te rodean. Acaricia el lomo
arqueado de tu gato. Abraza a tus amigos, a tu hermano. Besa a tus padres, que te regalaron
con la vida. Haz el amor a tu mujer. Siente tu corazón desnudo, embriagado por el gozo de la
libertad que da el Amor. Siéntelo palpitante, sensible a la vida. Libera los nudos.
Que tu corazón escuche el susurro del Universo girando lentamente. Abre tus canales de
percepción y conéctate con el Altísimo. Junta tus palmas e inclínate.

 

XXI - El Guerrero pierde la Senda
En la espesura del bosque, mi mano se extiende temblorosa.
Una rana me observa.
¿Dónde estás? Ni tú mismo lo sabes. Venías bastante bien. Pero algo ocurrió en el camino y
ahora estás extraviado. O te faltó fuerza o te faltó sabiduría. Y ahora estás extraviado.
¿Volverás? Antes de retornar al origen debes preguntarte por qué es necesario hacerlo. Tal vez
es allí donde querías llegar y no te habías percatado de ello. O tal vez te convenga más seguir
avanzando y dejar tu hogar atrás.
Pero si deseas retomar la senda, debes desandar tus pasos.
Piensa bien. ¿Adónde querías llegar?
¿Qué montaña estabas subiendo? Tú lo tienes claro, o al menos alguna vez lo tuviste.
Recuerda ese momento de luz y reemprende el camino. Probablemente, debas retornar al
origen antes de seguir. No te pierdas de nuevo.
Puedes no encontrar siquiera una amiga de ojos grandes.


XXII - El Guerrero disfruta del vino y las mujeres
Una vez retener y otra vez soltar. Una vez contener y otra vez liberar. Ahora es el tiempo de
desbocarse, de derrochar los placeres, no de escatimarlos.
Bebe el vino y emborráchate en compañía de tu hermano del camino. Siente el vértigo de la
noche que te llama a extraviarte en ella y sus mil oscuras caras. Recorre las calles y vuelve a tu
alcoba noche tras noche. Disfruta con la compañía de tu bella y voluptuosa mujer. Vive cada
orgasmo como si fuera el último, disfruta tus encuentros con cada centímetro de piel.
Embriágate del perfume que emana de tu compañera y enróllate en su cabellera. Goza de tu
desnudez y del sol bañando tu sexo.
Prueba cada manjar que se presente ante tu boca y saboréalo pues es único en el mundo.
Llega al límite en que la fuerza centrífuga tienda a lanzarte despedido de esta realidad.
Pero durante tu enajenación, sólo una cosa: una fina hebra roja que recorra tu columna de
principio a fin. Que algo, un mínimo de conciencia y dignidad quede encerrada en ese espacio.
Eso significará para ti el puente entre la muerte y el control del carruaje cuando hayas llegado
al borde del precipicio. Una vez retener y otra vez soltar. Una vez contener y otra vez liberar.
Luego deberá venir el tiempo de sentarse y reorganizar los ejércitos. Sólo así podrás seguir en
la senda.

 

XXIII - El Guerrero es derrotado
Una vez arriba y otra vez abajo. Una vez adelante y otra vez atrás. Es este un momento de
derrota para ti. Has perdido una batalla en el Camino del Conocimiento. Has perdido un
combate. Asúmelo, hazte cargo de tu derrota. Nadie más que tú es el responsable de la misma.
A nadie puedes culpar por ello. O te faltó sabiduría o te faltó valentía. La cosa es que no hiciste
lo que debías hacer en el momento justo.
Debes aceptar con humildad tu equivocación. Si heriste, pide perdón. Sí destruiste,
construye. Si separaste, une. Lo importante es que no cometas de nuevo el mismo error. Sólo
así podrá el Sol brillar para ti. Ahora bien, además de hacer cuanto esté a tu alcance por
reparar lo dañado debes estar preparado para enfrentar las consecuencias que de tu accionar
devengan.
Reflexionar, corregir, esperar. Luego actuar.
El cielo se refleja en el mar y sólo entonces mira hacia la Luna.

 

XXIV - El Guerrero mira al horizonte
Deja lo que estás haciendo. Siéntate. Reposa. Endereza tu columna. Relaja tus ojos. Mira al
horizonte, sin enfocar nada en particular. Barre el infinito con la mirada apacible. Eres parte
del Universo, hijo del Cielo, de la Tierra y del tiempo. Hermano del Sol y de la Luna. Tu vida
tiene que ver con todo lo que ves. Eres parte de ello. Tienes todo para ser feliz así es que no
busques nada más allá de ti.
Agradece al Altísimo todo lo que has vivido, todo lo que eres. Conéctate con tu corazón,
siente tus latidos. Respira, escucha. Elévate y respira nuevamente.
Tu sonrisa iluminará el camino...

 

XXV - El Guerrero se sienta
Es momento de dejar de actuar. Sal de la vorágine de la vida y haz un espacio para meditar.
Mantente inmóvil, aquieta tu espíritu. Busca la soledad. Sólo así podrás ver con claridad. Ha
habido mucho movimiento hasta ahora. Los caballos están desbocados, el remolino ha girado
incesantemente. Yergue tu columna, concéntrate en el bajo vientre, relaja tu cuerpo, observa tu
respiración. expándete. Cierra los ojos y haz el silencio: Conéctate con la Tierra, sintiendo el
cordón umbilical que los une. Cobíjate en el vientre de tu Madre. Reposa, descansa, medita.
Luego ve y actúa si es preciso.

 

XXVI – El Guerrero retorna la senda
Estás perdido. Has decido regresar a tu camino original. ¿Qué hacer? Primero que nada, no
debes desesperar. No has desaparecido del espacio. Simplemente no estás donde querrías, eso
es todo. Mirado así es menos angustiante.
Oriéntate. ¿Por dónde sale el Sol? ¿Por dónde se esconde? Ya tienes algo claro, tu Norte al
menos. Mira al Cielo. ¿Dónde se haya el Arquero Celeste? ¿Dónde la Cruz del Sur?
Reconstruye mentalmente el camino andado. ¿En qué punto exacto dejaste tu camino
original? No estás solo. Hay hermanos contigo. Recurre a ellos por ayuda, que de seguro
responderán.
Si es de noche, te aconsejo no moverte. No sabes qué encontrarás en el boque. Tal vez
hallarás Guardianes, pero es seguro que bruijas saldrán a tu paso también. Espera a que el
Sol salga y camina de día. Raciona tus alimentos, el agua, tu aliento y tus latidos. Puedes
demorarte algún tiempo en regresar. Si es invierno y está todo nevado debes ser más cuidadoso
todavía. El paisaje es más homogéneo, el camino más difícil de reconocer. Cuidate del frío,
abriga especialmente tus pies. Si has llegado demasiado lejos, tendrás que esperar los deshielos
primaverales para regresar. Mientras tanto, esfuérzate en dejar señales que otros hermanos
puedan reconocer. Si quieres ayuda, si quieres ser visto debes hacerlo notar. Si estás
verdaderamente perdido, encerrarte en nada ayudará.
Pero por sobre todo no te rindas no te dejes estar, no te sientes. Si lo haces, el manto gélido de
la muerte te hará suyo.
Si realmente quieres regresar, busca un río. Tarde o temprano, llegarás a las arenas tibias
del mar.

 

XXVII - El Guerrero retorna al origen
Has llegado demasiado lejos. Has perdido tus raíces. No recuerdas ni a tu padre, ni a tu madre
ni a tu tierra. Estos territorios son demasiados extraños para ti. Peligrosos tal vez. Eres un
forastero. Ya no eres el que eras, ni siquiera el que siempre quisiste ser. ¿Qué caso tiene
quedarse? Tampoco perseveres en esta dirección. El viento frenará cada vez más tu marcha.
No sigas avanzando. Si continúas haciéndolo, quizás ya nunca puedas volver a casa.
Extraviarás el camino para siempre, y vagaras errante por los mundos.
Entonces vuelve a tu origen, a tu raíz. Remonta los ríos recorridos y refúgiate en la matriz.
Volverás a sentirte protegido como un niño. Volverás a ser lo que eras antes de extraviarte.
Sentirás el calor del vientre de tu madre, la tibieza del fuego de tu madriguera. Nadie podrá
hacerte daño allí. Estás a salvo. Deberás reponerte antes de iniciar un nuevo viaje. Estás muy
débil ahora, aunque no puedas notarlo. Ten paciencia, renueva tus energías. Te sentirás
seguro, listo para emprender el viaje nuevamente. Antes de hacerlo, besa á tu madre, a tu
padre y a tu tierra.

 

XXVIII - El Guerrero reafirma los lazos
Cortar cadenas y reafirmar lazos. Eso es.
Liberarse de lo inútil y echar raíces para crecer. Eso es.
En tu vida, te has ido alejando poco a poco de lo importante. De lo que para ti es importante.
Y eso no es bueno. Que nunca estés tan ocupado como para que ello ocurra. De ser así,
vagarás errante por mundos desconocidos.
Visita a tus bienamados padres. Están viejitos y necesitan de ti. Abrázalos, bésalos,
exprésales todo el amor que les tienes. Que no les quede ninguna duda de que son los más
importante para ti. Puedes volver a tu lugar de nacimiento, a tu casa de infancia. Buscar
aquellos con los que jugaste. Pedirle a tu madre que te prepare ese postre que comías con
avidez cuando tenias siete años. O buscar a tus antepasados Guerreros. Visitar su tumba,
llevarles algo tuyo en ofrenda. Releer sus escritos, encenderles una vara de incienso o sentarte
a meditar junto a ellos.
Desanda tus pasos y vuelve a la raíz, Honra a tu bienamado Maestro. Busca también al
hermano. Abrázalo como años atrás, luego de una gran batalla.
Vuelve a casa con tu cuerpo y tu espíritu. Espera a tu compañera, que pronto llegará con los
brazos siempre dispuestos a estrecharte. Tal vez tiernamente, mirarla a los ojos como cuando
caminaban juntos por primera vez.
Desanda tus pasos y vuelve a la raíz. Vuelve a ti mismo. Vuelve a tu vida. Es tiempo ya.
 

 

XXIX - El Guerrero honra al Maestro
El Maestro ha estado esperando largo tiempo por ti. Te has ido de su lado y lo has
abandonado. Discípulo insensato. ¿Has olvidado las nobles antiguas tradiciones? El Maestro
debe ser siempre respetado, honrado. Así es que desanda tus pasos y vuelve a tu raíz. Tu
Maestro ha hecho de ti un Guerrero poderoso. Te ha acogido como a un hijo cuando te has ido
de su lado. Ha curado tus heridas. Ha escuchado pacientemente tus interminables preguntas y
siempre ha tenido tiempo para ti. Desanda tus pasos y vuelve a la raíz. Honra a tu bienamado
Maestro.


XXX - El Guerrero abre el Camino
Está en tus manos la decisión. Puedes dejar pasar o retener. Abrir el Camino o cerrarlo.
Estás dudoso, pues no sabes qué consecuencias traerá. Sin embargo, lo que ahora corresponde
es abrir el camino a tu discípulo. Ayúdalo a seguir, despéjale la senda de obstáculos. Está en
las estrellas que debe alcanzar la cima de esa montaña. Pero no es ni lo suficientemente fuerte
ni lo suficientemente sabio como para reordenar los Ejércitos y tensar su arco. Así es que
lucha al frente de él protegiéndolo, hasta que la batalla esté ganada. Entonces, al amanecer,
cuando tu discípulo repose, retírate en silencio sin dejar rastro de ti.


XXXI - El Guerrero protege
Alguien necesita ayuda. Está ante un peligro y no sabe cómo enfrentarlo. Tal vez ni siquiera
sabe el riesgo que corre. Es tu deber tomar parte en el combate. No puedes desentenderte. El
no será capaz de hacerlo por sí mismo. Es muy joven, muy débil para hacerlo. Así es que es tu
deber ayudarlo. No recibirás nada a cambio y arriesgarás mucho. Pero hazlo de todos modos.
Y no te sientas demasiado bueno por ello. Simplemente estás cumpliendo con tu deber. Actúa.
Protege. En silencio.


XXXII – El Guerrero enseña
Alguien ha estado esperando por ti. Un joven aprendiz ha elevado sus plegarías para que tu
camino y el de él se crucen. Cuando lo encuentres, detente. No cometas el error de rehuir tu
responsabilidad. Deberás renunciar a ti mismo en lo exterior y dedicarle el tiempo a tu
discípulo. Entrégate por entero a él. Ten paciencia con sus errores. Enséñale en silencio,
ayúdalo a aquietar su espíritu, a empuñar su espada y cortar las cadenas. Te molestará con mil
y una preguntas inútiles e insensatas. Dudará de ti, y hasta es posible que te abandone. Pero
debes estar siempre allí, con los brazos abiertos para acogerlo como a tu propio hijo criarlo, y
comprenda y vuelva.
Tú lo serás todo para él. Sus ojos te observarán ávidos de conocimiento. Estudiará tu forma
de caminar y la imitará. Copiará tu forma de coger el tenedor pues pensará insensatamente
que eso le conducirá a la iluminación. Pero no importa. En algún momento comprenderá.
Cuando ese momento llegue, habrán establecido una de las relaciones más hermosas de esta
Tierra. Serán Maestro y discípulo. Serán uno solo.



Nada puedes hacer ya. Comprende que eres sólo un hombre, Guerrero, pero hombre al fin.
Has hecho todo lo posible. Has sufrido lo necesario, y más aún. Te has esforzado lo necesario.
Y más aún. Pero ya no depende de ti. Ni retroceder, ni avanzar. Ni actuar ni dejar de hacerlo.
Suspenderse en el aire. Dejarlo todo en manos del Altísimo.
Entrégate al destino. Confía en que todo será para mejor, aunque no seas capaz de
entenderlo ahora. Siéntate. Respira. Entrégate.


XXXIV - El Guerrero borra su rastro

A lo lejos, el Sol se eleva.
Es la última vez para mí.
Los lobos emprenden el viaje.
Imagina que hoy es tu último día. ¿Estás preparado a morir? ¿Qué cosas quedarían
pendientes, sin resolver con tu muerte? ¿Qué cosas lamentarías no haber hecho?
Hoy es el día de borrar tu rastro. Atar los cabos sueltos, cerrar los círculos, barrer tus
huellas. Di lo que tienes que decir, haz lo que tengas que hacer. Que sólo quede de ti la Luz de
Buda en tus raíces y en tus hojas.
¿No ha sido hermoso acaso?


XXXV – El Guerrero muere

La Vida de un Guerrero es ardua. Tienes mil años, y ya es tiempo de descansar. Deja las
armas, siéntate junto a tu hermano del Camino. Uno al lado del otro, contemplad el Sol
ponerse en el silencioso desierto.
De seguro extrañarás el mundo, tus amores, tus batallas. Más no te aflijas. Regresarás.


XXXVI - El Guerrero nace
La nieve se ha derretido.
El bosque respira nuevamente.
El Sol se refleja en el estanque...
Una vez más.